Hace pocos días me invitaron a
ver en Sant Cugat el documental Quién dijo miedo que habla del golpe de estado
que sucedió el año anterior en Honduras.
En la madrugada del 28 de junio
del 2009, el ejército hondureño utilizó sus balas y fusiles para irrumpir en la
casa del entonces presidente Manuel Zelaya. Las fuerzas estaban desequilibradas y el
presidente, aún vestido con su pijama, fue conducido como un
condenado al exilio.
La proyección muestra el punto de
vista de la resistencia, de aquellos que no quisieron callar y aceptar a otro
presidente diferente del que ellos habían elegido y no por un mero capricho. Zelaya encarnaba la oportunidad de una mayor participación democrática y lo
tumbaron con la acusación de haber convocado una consulta ilegal al pueblo hondureño, de
querer preguntarle, el mismo día que lo asaltaron en el palacio presidencial, si
quería incluir en las elecciones generales de noviembre la llamada cuarta urna
para votar un referéndum y cambiar la constitución por medio de una Asamblea
Constituyente.
Los partidarios de este asalto
dirán que era necesario y legal, que
Zelaya había vulnerado la constitución de Honduras y que los militares hicieron
lo que tenían que hacer. La verdad tiene
muchas facetas pero es claro que esta versión de la historia es difícil de
sostener.
El día del documental conocí a
Joel, un miembro de la resistencia hondureña, que como a muchos le tocó
exiliarse de su país porque le cerraron todas las puertas por su apoyo a las
ideas de Zelaya. Otros tuvieron menos
suerte, murieron o terminaron encarcelados en sus intentos desesperados de
gritarle al mundo lo que allí había sucedido y todavía sucede.
El golpe dividió a la sociedad
hondureña y este documental que invito a observar (se puede descargar por Internet) hace una crónica de estos hechos.
Honduras, como un moribundo en la sala de operaciones, yace aún con sus heridas
abiertas y prácticamente aislado de la comunidad internacional en espera de
encontrar su propio camino hacia una mayor democracia.