La historia es larga
en ejemplos y otros mejor que yo sabrán contarlos. Lo cierto es que esa
indignación no quiere ni debe pasar más desapercibida y como alguien desheredado
de sus derechos reclama en voz alta lo que durante tantos años le ha sido
negado.
Ahora tomó cuerpo en España,
Grecia, Egipto, Francia, Portugal, Italia y muchos sitios más, cada uno tiene y
ha tenido sus motivos y sus opresores, cada uno sabe hasta dónde o cuándo debe
llegar su protesta.
Por eso invito a
todos a meditar en la Proclama Definitiva Para Los Indignados del Mundo que mi
amigo, el escritor y periodista santandereano Luis Fernando García Núñez me envió.
PROCLAMA
DEFINITIVA
PARA
LOS INDIGNADOS DEL MUNDO
Crece
la indignación. Y crecerá. Se extenderán las fronteras de los indignados. Nada
los detendrá y sus pedidos, sus exigencias, son irreversibles, son justas, son
necesarias. Tardías, pero inapelables. Este es un tribunal único y natural. Un
tribunal que nace en las entrañas de los pueblos. Su jurisdicción no tiene
tacha, sus juicios son ineludibles. Está
por encima de los primeros ministros, de los viejos monarcas y los jóvenes
príncipes, de los jefes de Estado, de los dictadores y de los jueces elegidos
en los senos de los parlamentos corrompidos del mundo. Este tribunal de
indignados es universal y de esencia divina. Es el dictado de los pueblos que
están en las calles, de los que desde hace años recorren el mundo exigiendo probidad,
exigiendo decencia, exigiendo vergüenza. Este no es un tribunal de banqueros,
ni un tribunal de viejos y taimados políticos. No es un tribunal de los dueños
de todo, de los que imponen la miseria, de los que asesinan a los otros, de los
que construyen plantas nucleares, de los que contaminan y discriminan, de los
organizados. No es el tribunal de los que reprimen, de los que dirigen grandes
ejércitos, de los que compran armas y las disparan contra los pueblos. Es el
tribunal de los indignados, el tribunal supremo y único. No el tribunal de los farsantes,
de los que lloran cuando les conviene. Ahora la indignación concita para que se
imponga, con rapidez efectiva, la sanción que merecen estos villanos. Que
merecen por gobernar según su parecer, según su infame entender. Y crece la
indignación, crece por el mundo árabe, por España, por Italia, por Grecia, por
Portugal, por todo América, por el mundo, por la siempre vilipendiada, pero
saqueada África, crece y exige a los dueños mentirosos de ahora que se vayan,
aquí ya no caben, ya no merecen estar. Los indignados no les creen y no quieren
volver a creer. No quieren aplausos, no necesitan apoyo, no los quieren, no los
necesitan, deben irse, pronto y en silencio. Los indignados no quieren volver a
entrar a los bancos mundiales del hampa internacional, no quieren las inmensas
fábricas del dolor y el crimen, ni los fondos monetarios, ni los tratados
internacionales que cierran las fronteras. No quieren ver los lujosos y
espectaculares clubes, ni las bellas mansiones, ni los palacios donde se reúnen
los jefes del mundo a escondidas de los pueblos, ni quieren ver su riqueza mal
habida. Los indignados solo exigen dignidad, empleo, tranquilidad, tolerancia,
respeto. Los indignados exigen que se abran todas las fronteras, exigen que se
eliminen tantos títulos, exigen el imperio del verde, del agua, de la limpieza,
de los niños y niñas felices. Que se vayan los que ahora gobiernan porque lo
hicieron mal, no cumplieron con las expectativas, no estuvieron a la altura de
la visión de estos pueblos. Deben irse como han empezado a hacerlo en Túnez, en
Egipto, como lo harán en Libia, en Siria, en Grecia, en Portugal, en España.
Los indignados exigen un mundo posible, un mundo justo, un mundo decente.
Exigen un mundo posible. Lo exigen ya.
Luis
Fernando García Núñez
Sopó,
Colombia