viernes, 15 de octubre de 2010

La fuga del premio Nobel

El profesor de Literatura Liu Xiaobo sigue entre rejas en China. El Nobel de la Paz que recibió hace pocos días no lo ha librado de ese encierro forzado, una prisión merecida para las autoridades chinas y muy injusta para quienes ven en él a un luchador por los derechos humanos y políticos en su país.

En 1989 algunas personas que estuvieron en esa histórica plaza de Tian’anmen recuerdan su participación activa en aquella protesta de estudiantes que terminó cuando los tanques rompieron cualquier disidencia y gritos en contra del sistema. Dicen que Xiaobo salvó a muchos estudiantes dado que consiguió que muchos abandonaran este lugar antes de ser víctimas de la represión.

Gao Xingjian, el premio Nobel chino de Literatura en el año 2000, que como Xiaobo es un innombrable en la China oficial, escribió muchos años después La Huida, una obra de teatro que recrea estos sucesos de Tian’anmen.

Sobre esta obra y otros temas relacionados conversé con Gao Xingjian cuando visitó Barcelona en marzo del 2007 para presentar su libro Contra los Ismos. Esta conversación tiene relación con lo que vive en la actualidad su país y padece el actual premio Nobel de la Paz. Por eso la rescato del baúl de los recuerdos y la comparto en este blog.

Cortesía David Ruano

“Se oye el ruido ensordecedor de los tanques avanzando en fila india sobre el asfalto envueltos por la oscuridad. No muy lejos, las metralletas y fusiles de asalto disparan sin cesar”, escribe Gao Xingjian en las primeras líneas de su obra de teatro La huida con que se inicia Contra Los Ismos, su último libro traducido al español.

La narración se dirige a una calle en ruinas, aparecen los personajes, una pareja de estudiantes y un adulto, se refugian en un sitio derruido, plagado de desastre. Allí llegaron luego de huir de los disparos que colmaron la plaza principal de la gran ciudad. Es un lugar oscuro, inseguro, el agua se filtra por todas partes, la muerte se esconde en cada rincón. Y en medio de ese desfiladero surgen dramáticos diálogos que parecen las últimas palabras de los condenados a muerte, “si abren fuego, ya no habrá vuelta atrás”, dice la aguerrida joven que no pasa de los 23 años.

De esos condenados que murieron, de los condenados que se salvaron escribió Gao Xingjian, de esa realidad que lo golpeó como una de las ráfagas que destrozaron las entusiastas formaciones de estudiantes aquel 4 junio de 1989 en la plaza de Tian’anmen en Pekín. “Creo que la Literatura, incluida la ficción, no tiene valor si no despierta lo real de la vida. Para mí es revelar el testimonio de la existencia humana”, dice Gao en un francés que pronuncia con naturalidad gracias a sus 20 años de exilio en París. Desde allí anunció a los pocos días de la masacre que renunciaba a pertenecer al Partido Comunista de China. Sus autoridades tildaron la obra de reaccionaria y lo declararon ‘persona non grata’.

No era la primera vez que tenía problemas con ellos. Otra de sus obras de teatro, Parada de autobús, fue considerada profundamente antisocialista y perniciosa para China. Lo mismo que La otra orilla a la que sólo se permitió su representación sin diálogos.

Gao es el Innombrable en su país. La distribución de sus libros está prohibida y su nombre no aparece en la lista oficial de los escritores chinos. El premio Nobel de Literatura del año 2000 tampoco lo ha salvado de ese extraño anonimato. Es como si no existiera o hubieran borrado sus pasos, el registro de su reclusión a los 29 años en un campo de ‘reeducación' donde tenía absolutamente prohibido escribir. Él escribió de todos modos, escondía los papeles en macetas, bajo la tierra o la estera de paja de su colchón, los quemaba y volvía a escribir, una u otra vez, así comprendió que, de verdad, había comenzado a convertirse en escritor.

Su lucha ha sido siempre solitaria, se resiste a ser clasificado, sometido, a no tener una expresión propia. Por eso piensa que la huida es la única salida. “En la vida nos encontramos en una huida permanente. Si no huimos de la opresión política huimos de los demás, y por si fuera poco, debemos huir también de nosotros mismos en cuanto nuestro ego se despierta, a pesar de que al final es precisamente de este ego de lo que nunca logramos desprendernos. Éste es el drama actual de la gente”, escribe en otra de las partes del libro Contra Los Ismos que incluye ensayos sobre el teatro y el individuo.

Cortesía David Ruano

¿Por qué el título del libro? “Los ismos son pensamientos fijos, inamovibles, vinculados a intereses, pero detrás siempre hay un trasfondo político, no es un auténtico libre pensamiento. El quedarnos bloqueados por algunos ismos ideológicos implica un compromiso político muy fijo, hace perder la independencia intelectual del escritor. Pienso que los grandes escritores van más allá de la ideología, incluso los que se dicen comprometidos. Si algunos tienen una obra más importante es porque ella ha ido más allá de la ideología”

Él está seguro que como escritor es apenas un testigo, un hombre que sólo tiene la fuerza de su testimonio que no cambia las cosas. Sin embargo, parece que las autoridades chinas no piensan lo mismo.

“Eso es problema de las autoridades. Pienso que la Literatura puede formar a la gente, despertar la conciencia humana, pero no puede cambiar al mundo, eso es imposible, además ¿quién puede cambiarlo?”.

Con esa conciencia escribe cada día, casi sin descanso, como cuando estaba recluido en un centro de reeducación y la escritura era su mayor acto de rebeldía. Él es como el personaje del adulto en La huida quien en diálogo con el joven, que le reprocha su falta de compromiso con el movimiento estudiantil, le responde “no tengo ningún interés en convertirme en una carta en manos de otra persona y que jueguen conmigo. Debo mantener mi propia voluntad, independiente e inamovible. ¡Por eso tengo que huir!”

Por eso huyó de China así como otros escritores en el mundo lo han hecho de sus países, caso de Latinoamérica. ”A menudo en los países latinoamericanos hay un poder totalitario y los autores tienen que acercarse a dificultades que, con frecuencia, se parecen a las chinas. Hay muchas guerras, violencia, lo que ha marcado esa literatura, aunque los grandes autores latinoamericanos, con relación a los autores chinos del mismo periodo, tienen más libertad de expresión y su literatura es mucho mejor que la China donde ha habido mucha censura. En América Latina, además, si uno está prohibido en un país puede saltar a otro y seguir escribiendo”, dice

Gao ya no tiene que esconderse para escribir. Confiesa que ahora sí es feliz aunque ha sufrido mucho. Como cuando le diagnosticaron equivocadamente que tenía cáncer de pulmón y en una especie de reencuentro con China viajó cerca de 15.000 kilómetros por los bosques del sudoeste, donde además se protegió de los rumores que le advertían de su encarcelamiento en una granja prisión por su obra de teatro Parada de autobús. Como un personaje más compartió las leyendas, cuentos, canciones y costumbres que plasmó en su gran novela, La montaña del alma. 7 años de trabajo, de búsqueda de un lenguaje, de mezcla de fábulas, de apuntes de viaje. Él defiende esta experimentación, el uso de nuevas técnicas que ayudan a revelar mejor la vida.

Él es una especie de artista renacentista que además escribe cine, opera, danza, poesía, teatro y pinta acuarelas, como la que realizó para la portada de Contra Los Ismos, con las que se ganó la vida durante muchos años.

¿Volverá a China algún día? “China es la que no quiere saber de mí”, dice con simpleza, sin un asomo de tristeza, mientras tanto él sigue huyendo porque, como él mismo escribe, “huir es reclamar la existencia, de otro modo, si uno no muere prisionero en una jaula, es destruido por la lengua de las masas”.

jueves, 7 de octubre de 2010

Literatura colombiana en Biblioteca de Cataluña

Esta biblioteca abrió sus puertas a la exposición Colombia: una Literatura, un País que finalizó en días pasados. 

Foto de Ricard Marco Muñoz

El recorrido presentó distintas etapas y corrientes de la literatura colombiana, principalmente del siglo pasado. Autores como José Manuel Marroquín, Juan Rodríguez Freile, José Asunción Silva, José María Vargas Vila, naturalmente Gabriel García Márquez, el único premio Nobel de Literatura que ha dado Colombia por el momento, así como otros escritores más contemporáneos como Andrés Caicedo, la poetisa María Mercedes Carranza, Héctor Abad Faciolince, Germán Castro Caycedo, William Ospina, Zamir Bechara, Laura Restrepo, Gustavo Álvarez Gardeazábal, Jorge Franco, Santiago Gamboa, Fernando Vallejo o Juan Gabriel Vásquez, entre otros. 


Foto de Ricard Marco Muñoz

Sus libros ocuparon 4 vitrinas de esta exposición que se complementó con una muestra de documentos, manuscritos, mapas y folletos anteriores al siglo XX que exploran las relaciones entre la Nueva Granada, Colombia, España y Cataluña. Por ejemplo, allí estaban unos documentos relacionados con el misionero jesuita San Pedro Claver, el recordado y querido apóstol de los negros, nacido en Cataluña. También unos diarios de navegación, documentos cartográficos y otras piezas bibliográficas que, como los libros de los escritores colombianos, permanecen en los fondos de la Biblioteca de Cataluña para su consulta.